Joker (2019) fue una película rompedora. Su mensaje sobre la salud mental va cobrando una temática social hasta que acaba por alcanzar una profunda e interesante reflexión política a la par que social. Al acabar, la audiencia interpreta estos mensajes y reflexiones y, en vez de mirar más allá, algunas personas defienden el mensaje conservador y nacionalista que aparentemente ofrece la cinta, sin pensar que el mensaje real (y no tan oculto) es todo lo contrario.
Ante esta ola de seguidores de extrema derecha que ven en Joker una confirmación de que su ideología es más que correcta, Todd Phillips nos trae su secuela, una profundización en la mente enferma de su protagonista y en las consecuencias tanto de sus acciones e ideología como de las personas que lo alzan como referente. Un reflejo de la sociedad actual conservadora que acepta como líderes y como modelos ejemplares a personas que no deberían serlo, interpretando sus acciones de manera muy distinta a lo que de verdad son, alejándose de su verdadera causa y de lo que llevó a esa persona a realizar dicha acción.
Joker: Folie à Deux (2024) pretende evidenciar con más exactitud el mensaje que, para muchas personas, no quedó tan claro en su primera película y cambia el registro para ofrecernos una especie de musical que representa la locura de su protagonista y que sirve para guiarnos en la forma en que su mente funciona. Esta parte musical comienza siendo interesante pero se vuelve incómoda y fatigosa conforme avanza porque no cantan con una claridad vocal perfecta. Cantan con una voz poco precisa, en cierto modo rasgada y rota, casi susurrada, casi hablada. Cuando la voz sube de volumen, es cuando la entonación consigue lucirse mucho más y permite que disfrutemos por unos segundos de esa voz, pero dura poco, tan poco que durante el resto de la película es inevitable pensar en que ojalá cantaran así de bien durante toda ella.
Esa incomodidad parece buscada. La creación de un musical que se hace la zancadilla continuamente parece ser parte de la locura de sus personajes. Y a ello se le une la trama. Una historia que se mantiene constante sin avanzar a la vez que repite los mismos mensajes durante la mayoría del grueso de la película, lo cual no le hace ningún favor y es motivo de quedarse casi dormido en varias escenas. Sin embargo, la película consigue remontar en su final y cierra una duología que rima entre sí con escenas que dialogan entre ellas.
No es una secuela al uso ni tampoco lo pretende. No funciona como se esperaría ni es algo que parezca buscar su director. Ha sido un ejercicio de experimentación muy interesante que no ha salido tan bien como muchos esperábamos pero cuyo valor es necesario reconocer.
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