El discurso del rey se convirtió el año de su estreno en una de las primeras películas en mostrar a la tartamudez como personaje protagonista y a todo lo que ella supone. Todo llevado a cabo con una sensibilidad magistral y de una manera sorprendentemente realista.
Podría haber sido la historia de un joven normal y corriente que tartamudea y lo pasa realmente mal cuando acude a clase y que tiene grandes aspiraciones que parecen verse obstaculizadas por su dificultad al hablar. Sin embargo, la historia se centra en un príncipe con tartamudez que se ve obligado a hablar en público, y más aún cuando se encuentra ante la situación de convertirse en el próximo rey de Reino Unido. Ambas historias, aparentemente distintas, comparten protagonista y se funden en una sola historia: la aceptación y superación de la tartamudez.
No existe una receta mágica para abordar el problema. Cada persona tiene sus propias circunstancias y motivaciones y no todas afrontan la tartamudez de la misma manera. En esta película se muestran los sentimientos desbordados del duque de York cuando, a pesar de haber acudido a varios profesionales para tratar su tartamudez, no consigue progresar y vuelve siempre a su punto de inicio. Este sentimiento de frustración es el que más pesa sobre todos los que tartamudeamos, ya sea con mayor o menor intensidad, pues quieres expresarte con claridad y tranquilidad pero lo que sale por la boca se va convirtiendo en un monstruo de barro que poco a poco te va provocando ansiedad hasta llegar a un posible punto de o bien callarte o bien estallar y enfadarte. La mayoría de las veces se consigue terminar de comunicar el mensaje y el sentimiento posterior a haber hablado tartamudeando ante varias personas es una mezcla de frustración, rabia y tristeza que de no ser bien canalizado puede llegar a un punto de oscuridad vital no bienvenida.
La película toca también la forma en que la tartamudez afecta a las personas que rodean a quien tartamudea y las reacciones son diversas: desde duras críticas hacia la ineptitud del príncipe para ser rey por tartamudear hasta el apoyo infinito de su esposa cada vez que habla en público, mostrando su determinación para tratar de encontrar una solución que ayude a su marido a tener una vida mejor en relación con la tartamudez.
Esta película nos enseña la importancia de estar rodeado de personas imprescindibles en nuestra vida, que aunque sean pocas, sean amistades y relaciones verdaderas en las que podamos contar para superar cualquier obstáculo y objetivo que nos propongamos, del mismo modo que nosotros debemos estar ahí para ellas. Y, de una manera concreta, nos enseña a ser pacientes con aquellas personas que tartamudean y a tratar de normalizar su tartamudez, sin presionar, sin intentar de acabar sus frases y sin ridiculizarlas.
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