Antes de continuar hablando de la película, recomendaría su visualización sin saber nada más, pues más que una simple historia, es una experiencia emocional muy inmersiva y personal que no necesita usar grandes tecnologías ni efectos especiales para ello, únicamente se vale de la capacidad creativa y decidida de su directora y guionista, Charlotte Wells.
Su ritmo lento no enfanga nuestra percepción al crear un ambiente casi paradisiaco, tranquilo y nostálgico que poco a poco se va transformando en otros ambientes distintos pero con su misma esencia. En este sentido, la sutileza en el uso de algunos planos nos permite viajar emocionalmente a otros estados, algunos de ellos cercanos o que evocan al cine de suspense y de terror.
Según Charlotte Wells, la película es autobiográfica desde un punto de vista emocional, pero no en sus hechos, o al menos no de manera tan exacta, pues parte de algunas anécdotas y recuerdos de su pasado para empezar a crear la historia y, con ella, la relación que se desarrolla entre padre e hija.
Es precisamente el tratamiento emocional de la película el que mueve al espectador de una u otra manera. Con ello me refiero a que una vez que las luces de la sala se encienden, cada espectador digiere lo visto y vivido de maneras muy diferentes, pudiendo emocionar a unos e incomodar a otros mientras, sentado en la butaca viendo como los créditos finales van apareciendo, sigues buscándole sentido y significado a lo que subyace a los recuerdos que hemos estado recorriendo.
Es por ello que la película tiene dos lecturas muy diferenciadas: la emocional (que es la que le llega a cada uno y que tiene su propio significado y sentido dentro de nuestras propias vivencias) y la narrativa (que es la de la propia historia y que puede estar o no vinculada con la emocional).
A continuación, trataré SPOILERS en los siguientes dos párrafos para aportar mi lectura de la historia:
Durante toda la película esperas algo (un giro, una sorpresa, un hecho dramático final) y, cuando acaba, llegas a comprender que todo eso es la propia película: un viaje al pasado para intentar entender qué sucedía realmente, quitándonos las gafas de la infancia para leer entre líneas y para recordar a una figura paterna que ya no está (aunque no se explicita), al mismo tiempo que encontramos el contexto para comprender las inseguridades y decisiones de un padre joven e inexperto que tiene sus propios demonios y que ama a su hija.
Todo este proceso que Sophie inicia parece ir dirigido a querer entender ese pasado, intentando buscarle sentido a cómo es ella, a qué la ha llevado a ser cómo es, y para ello es necesario reconstruirlo en base al pasado guardado en vídeos, intercalándolo con recuerdos extraídos de una memoria infantil que ahora adquieren un nuevo significado.
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