A lo largo de la película se muestran ciertos mensajes que instan a su reflexión tanto por parte del espectador paranoico como del que mantiene los pies en la Tierra. Todo estos mensajes propios de teorías conspiranoicas se mezclan entre sí de una forma peculiar y que no termina de cuajar para formar la película que aquí se nos presenta.
No es mi labor enumerar esas teorías en esta crítica y, si lo hiciera, atenuaría uno de los motivos lúdicos que hace al espectador estar atento de lo que sucede y continuar con el extraño viaje de su protagonista: identificar aquellas teorías sectarias sobre la realidad, pero alejadas de ella, de las que tanto hemos oído hablar. Todos estos mensajes son justificados bajo las frases populares "ver para creer" y "nada es lo que parece".
En este sentido, la cinta también da pie a que el espectador alejado de esas ideas conspiranoicas pueda sentirse reconfortado de alguna manera al ofrecerle una explicación alternativa a todo lo sucedido. Así pues, cada persona, según sus creencias, puede dar un sentido propio a los hechos finales de la película.
El tema central de la cinta, además de ir dirigido a su público objetivo, creyente de estas teorías, y a aquel que muestra incomprensión sobre ellas, también se dirige a aquellas personas que se encuentran en un estado de negación, es decir, aquellas que saben que lo que ven es verdad pero lo niegan porque en su mente racional no lo ven posible. Por tanto, la película forma una representación de todas las posiciones que los espectadores pueden tomar hacia estos temas, mostrando un final que bien puede ser cierto o bien puede estar motivado por otras razones más pequeñas y edibles.
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