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Cats (2019) y su injustificado fracaso

Como gran admirador de los musicales que soy, me hallo en la obligación de aportar mi opinión, obviamente impopular en vista de las críticas que la película ha recibido, y me lanzo al vacío en una comunidad hostil como es la de los espectadores de la versión de Tom Hooper de Cats (2019).

Para poder tener una visión completa de la nueva adaptación del musical, es necesario revisar la vanagloriada obra de teatro musical Cats (1998). En esta obra se nos presentan varios gatos, muy distintos entre ellos pero con una unión muy especial: son Jellicle cats (gatos Jellicle), adjetivo que aparece por primera vez en el libro de poesía ligera de T. S. Eliot Old Possum's Book of Practical Cats (1939), del cual Andrew Lloyd Webber (productor de 16 musicales, entre los que destacan The Phantom of the OperaJoseph and the Amazing Technicolor DreamcoatJesus Christ Superstar) se basó para crear la obra de Cats.

Para muchos una obra maestra de los musicales, para otros una ida de olla de Andrew Lloyd Webber, Cats es, sin duda, una obra realmente original. La escasa trama principal da pie a navegar por el territorio desconocido de los Jellicle cats, pudiendo así conocer a cada uno de los gatos que pertenecen a esa comunidad espiritual, por llamarlo de alguna forma. Durante todo el musical, las canciones se suceden, siendo cada una cantada por un gato distinto y haciendo mención a su nombre real y no dado, mientras que los bailes felinos embriagan la escena con un ballet gatuno cautivador.

Entre tanta presentación de gatos, una canción se hace eco, haciendo respirar al auditorio y conmoviéndolo por dentro. Memory resuena en los corazones de los allí presentes y, en la obra, en el corazón de Victoria. Dicho momento ocurre también en la película, continuado por una nueva canción, Beautiful Ghosts, que parece opacar el encanto de la anterior. Sin embargo, esta canción ofrece una prolongación del sentimiento que produce Memory y que, más tarde, en la repetición de ambas canciones, parece confirmarse como una pieza perfectamente ajustada a los sentimientos generados por la canción previa.

Las comparaciones son odiosas pero debo seguir haciéndolas pues creo fervientemente que el musical de Cats perfecto se encuentra en las inmediaciones del cruce entre ambas versiones. Si bien la obra original está envuelta por un aspecto grisáceo, azulado, rojizo y marrón, la nueva versión tiene mucho más colorido, con su punto justo de oscuridad, haciéndola más feliz que la original.

Si algo he de denotar como un asunto que daña la imagen de la película moderna, es la fallada aparición de Rebel Wilson y unas escenas cercanas a la pesadilla como son las de su canción, en especial por la ingrata imagen de ver a un gato comerse cucarachas antropomorfas. Una sensación extraña.

También tengo que darle un gran punto a favor a la obra original, pues sus canciones y bailes embelesan mucho más. En esta nueva versión, las canciones parecen ser más planas y los bailes se pierden con tanto corte de cámara.

Siendo un musical donde la característica principal se encuentra en el movimiento de los personajes y en su danza, poco respeto se le guarda a ambos pues, a pesar de poder percibirse ligeramente un sobresaliente trabajo en las coreografías, no se disfrutan en su totalidad ya que los movimientos de las cámaras y los cortes favorecen el mareo y no la concentración en lo que es realmente importante. En cuanto al movimiento, este se ve limitado al tener que remodelar a los personajes en tres dimensiones, creando una visión forzada del mismo así como de los bailes pero que, conforme avanza la película, se va aposentando y va consiguiendo normalizarse.

La película extiende los escenarios en los que se desarrollan las canciones, permitiendo así un soplo de aire fresco en cada una, a diferencia de la obra original, en la que todo ocurre en el mismo lugar donde lo que cambia son los gatos que se presentan, las canciones, los bailes y la luz. Este hecho hizo que me costara continuar viendo la obra original, a diferencia de la película. Dos horas rodeado de lugares cercanos a la penumbra de la noche hacen mella en la visualización del musical, aunque es una acertada decisión para llevar la historia al teatro ya que sin necesidad de ningún otro efecto especial se consigue intuir que la totalidad de la obra se desarrolla en una sola noche.

La visión moderna del musical muestra una perspectiva distinta a la del teatro, ambas muy diferentes en esencia aunque compartan la misma historia. Cada una hace brillar apartados distintos con más o menos acierto. Lo que sí es seguro es que ninguna de las dos dejará indiferente a ningún espectador.

El hecho de usar efectos visuales (VFX) para cada uno de los personajes fue una decisión crítica para el desarrollo de la película, intentando utilizar los avances tecnológicos que Tom Hooper pensaba que iban a estar a la altura. Sin esa capa de falsedad, usando a actores disfrazados como en la obra original, el musical habría ganado en espectacularidad y le habría concedido la posibilidad de ser merecedora de juzgarla como arte en mayúsculas. Probablemente, si las escenas hubieran sido más parecidas a una obra de teatro, en vez de acudir al último grito de efectos visuales, la película hubiera podido justificarse de mejor manera.

Por último, no puedo olvidarme de la esencia que desprende tanto la obra como la película. Ese aroma a ensueño e imaginación parece hacernos creer que el musical se desarrolla en un mundo diferente, mágico y alocado. Pero, ¿y no es una locura adaptar un libro de poesía en el que únicamente se describen las características de distintos gatos?

Old Possum's Book of Practical Cats (1939) de T.S. Eliot

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