Cuesta creer que George Miller haya dirigido ambas cintas, pues el realismo y lo crudo de Fury Road pasa a un estilo cartoon (de dibujo animado), rompiendo con gran parte de lo que hacía genial a la previa. Es cierto que el guion ofrece temáticas interesantes, usando distintos elementos visuales para observar la evolución de los personajes y de sus valores y pensamientos, pero el tratamiento de muchas escenas se siente vacío y pesado, alargando situaciones que no aportan nada nuevo o interesante más que una pincelada en la construcción del mundo y de sus personajes.
El uso de colores vivos acentúa esa irrealidad que ya escapa completamente de la mente racional con el uso excesivo de un CGI (imágenes generadas por ordenador) fácilmente identificable. A pesar de ello, la película mantiene la esencia de las mejores escenas de la anterior: las escenas de acción, que se encuentran en la última hora de metraje y son una delicia muy loca y divertida.
El trabajo de caracterización no se queda atrás, estando Chris Hemsworth y Elsa Pataky irreconocibles. Sin embargo, debido al color y los movimientos de cámara (cercanos a los usados en videojuegos con estilos cinematográficos) parecía estar viendo un "gameplay" (vídeo grabado de alguien jugando) del videojuego Borderlands en vez de una película en la que sentirme inmerso y movido por sus temas.
Hay cuidado y dedicación en esta película (no como en otras grandes producciones actuales, casi la mayoría, que parecen hacerse sólo por hacer caja, como Ghostbusters: Frozen Empire) y podría ser que, si no hubiera existido Fury Road, muchos hubiéramos reaccionado de una manera más positiva, pero es difícil luchar contra las expectativas y más ante esta situación.
La película de 2015 fue una mezcla de las películas de Misión Imposible con el videojuego Fallout y la esencia de Tarantino, todo ello salpicado con una creatividad que a día de hoy todavía sorprende. No debemos esperar ver lo mismo pero sí algo parecido. En este caso, hay cosas similares y otras muchas muy distintas y no por ello es mejor o peor, pues puede estar todo concebido tal y como se presenta con una intención específica que desconocemos por parte del director. A pesar de ello, se siente distinta respecto a su predecesora, para algunos mejor que la anterior y para otros al contrario. Con esto queda claro que no deben compararse. Deben tratarse como películas diferentes dentro de la misma historia, con sus propios estilos y narrativa, que no es necesario que gusten a todo el mundo.
George Miller ha vuelto para romper con el miedo de continuar haciendo historias de Mad Max y permitir crear nuevas películas diferentes y al mismo tiempo parecidas. Ahora ya sabemos que no todas las películas de este universo serán como la de 2015 y, aunque pierdan a parte de su público, seguirá habiendo gente interesada en nuevas historias, cimentando su fanatismo y expandiendo el universo. Una decisión que, pensada de manera fría y lógica, parece muy acertada.
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