Will Ferrel no es sinónimo de calidad y más viendo su filmografía, entre la que destaca Holmes & Watson (2018), Daddy's Home (2015), Step Brother (2008), Blades of Glory (2007) y Anchorman: The Legend of Ron Burgundy (2004). Sus bromas, la gran mayoría vacías de sentido del humor y tan tontas que son ridículas, ennegrecen el brillo que muchas de sus películas podría haber tenido. Sin embargo, Eurovision Song Contest: The Story of Fire Saga es muy posible que sea su mejor película hasta la fecha, pero no la mejor de Rachel McAdams, quien, esta película, actúa al nivel de su compañero.
Pero no perdamos el hilo. Estamos hablando de Will Ferrell, el humorista con las bromas más infantiles y estúpidas del cine. Ante esta idea que tenía de él, no esperaba nada bueno de esta nueva película y su primera media hora confirmaba mis sospechas hasta que empezó la música y, como no, caí en sus redes.
Ya he dicho varias veces que soy un gran aficionado a los musicales y esta película no la podía pasar por alto aunque no se parezca a un musical propiamente dicho. Su primera media hora nos introduce a los dos protagonistas y nos cuenta su historia de una manera más o menos pesada y aburrida, pese a que este primer momento de la película va a pesar en nuestros corazones más adelante porque la película llegará a conmovernos aunque al principio no lo parezca.
Una vez que aparecen cameos de otros cantantes eurovisivos famosos y nos vamos acercando al festival de Eurovisión, la música va apareciendo como una melodía que te atrapa y engatusa. La mejor parte del ambiente musical, que es la verdadera razón por la que todos vemos esta película, es el gran mix en la mitad de la misma y su final. Hay otras pequeñas obras de arte a lo largo de la película, como el pianista que toca en la calle (gran cameo, por cierto) y la canción de Dan Stevens. Hay que decir que las canciones creadas para la película son de un nivel mucho mayor que las verdaderas canciones que escuchamos cada año en Eurovisión.
Aparte de todo esto, la película no se queda ahí. No habla sólo del apartado musical de Eurovisión y de la vida de los dos protagonistas. La mitología islandesa se cuela en una historia supuestamente realista, aportando un pequeño grado de fantasía que le da algo más de color a la historia.
Sorprendentemente, hay espacio para la crítica, en especial para la crítica a Eurovisión. Hay personajes que apoyan este concurso con toda su alma (como es el caso del protagonista) y otros que lo consideran una tontería. Lo más interesante es que la película da la razón a las dos partes, entreviendo que la vida es mucho más que sólo un concurso.
Como no podía ser de otro modo, la crítica a la música también está presente en la película, la cual alza la voz por la que surge del corazón y desaprueba la que es más comercial. Y una última y genial reflexión que extraemos de la película es cuando nos muestra la realidad de la música cuando está en la calle, siendo las canciones más populares aquellas que no tienen una gran calidad pero aúnan a un pueblo a cantar y bailar, pues esa es una de las virtudes más bonitas que tiene la música.
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