Jazz y color inundan una de las mejores películas del año y una de las que tienen más posibilidad de conseguir el Óscar a mejor película. Dos protagonistas redondos que, bajo la tutela de Damien Chazelle, llenan de blancos, amarillos y azules esta maravillosa oda al cine, la música y la danza.
La la land es una película que habla por ella sola, ninguna crítica negativa y llena de vitalidad, haciendo a cada espectador amar la vida que vive persiguiendo sus más preciados sueños. Canciones que enganchan y enamoran, bailes que animan a bailar, un guión maravilloso y real y una mezcla de nube y algodón que consigue entrelazar todo aquello que permite a una película llegar al espectador.
Me encanta el cine, la música y el baile, y por lo tanto me apasionan los musicales. Cada película musical que estrenan, allí estoy esperándola, y después de un año de espera he podido disfrutar de esta joya del cine. Una película que evoluciona y nos guía a perseguir nuestros sueños y a amar como nunca lo hemos hecho. Una película construida bajo el principio de la felicidad y la realidad que consigue que nos enamore con la fantasía de las películas: una historia adornada con música, baile, planos y fotografía que pretende evocar un sentimiento en el espectador. Sin duda, esta película lo consigue como ninguna otra lo ha hecho.
No debo pasar por alto ese carácter nostálgico que la envuelve: ese recuerdo a Singin' in the rain, a los bailes de Gene Kelly y Fred Astaire, a la época del jazz de los 50 y a las historias clásicas románticas. Una reminiscencia que se va perdiendo conforme la película logra hacernos suya mientras nos vamos acercando a su sobresaliente final.
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