Hace unos años, un amigo me enseñó los vídeos de Bob Ross, un pintor que daba clases de pintura en televisión y que terminaba de pintar un cuadro completo en menos de treinta minutos, hablando con voz suave y explicando el proceso al mismo tiempo que reflexionaba sobre temas emocionales y vitales. Era conocido como El Pintor Feliz (The Happy Painter) y en todos sus programas transmitía mucha paz y calma, ayudando a muchas personas a encontrar un camino por el que discurrir en esta aparente única vida que tenemos. Su voz susurrada, el sonido de los pinceles sobre el lienzo y el paisaje natural que se va configurando en él ayudan a causar una sensación de somnolencia y reposo en el espectador que lo calman y preparan para el sueño. Razón por la cual muchos utilizamos a veces sus vídeos para ese fin: conciliar el sueño. En sus programas, nunca hablaba de errores, los llamaba "accidentes felices" ("happy accidents"), pues de ellos aprendes y con ellos mejoras como artis

Escribo estas palabras justo después de haber terminado la que posiblemente sea la película más extraña, chocante y original que voy a ver este año. Mi cerebro iba encontrando explicaciones lógicas sobre la trama en los primeros minutos y, poco a poco, al intentar encontrarlas, mi juicio se iba enfangando cada vez más intentando comprender lo que estaba viendo hasta que, al final, todo queda claro y evidente y mi cerebro pudo descansar en paz. Es una película difícil de digerir, pero muy diferente a lo típico, por lo que se agradece el intento de sobresalir entre un mar de películas de un éxito inmerecido. Este musical es distinto a cualquier musical prototípico, aunque guarda leves semejanzas, si es que pudiera compararse, con Into the Woods y Los Miserables al utilizar canciones oscuras (como en Into the Woods ) en situaciones dramáticas realistas (como en Los Miserables ) aunque cercanas a ensoñaciones y que no incitan a volver a escucharlas. La repetición de determinadas frases e